"De Roma con Omar" o "Ramo de amor". A la historia de Omar Borcard, un entrerriano de 65 años, le caben muchos títulos. Anagramas necesarios para entender la vida de un hombre de película. Y es que en Villa Elisa, todos los caminos conducen a Omar. Y al cine. A esa sala que levantó hace 17 años con sus propias manos.
Cuando era chico, a Omar la semana le quedaba grande. Su único deseo era que llegue el fin de semana para poder ir a ver la película de turno. Corría 1965, y en su casa de campo no había luz. A los 12, la verja era el límite. Afuera, la escuela en sulky y la comida en lo de los abuelos. Adentro, el trabajo doméstico, la radio a pilas y el sueño contenido de poder conocer a Palito Ortega, su ídolo.
Un día, en una de esas aventuras al más allá de sus propios límites, Omar se cruzó con un afiche de "Pampa bárbara", la película que lo inició en el séptimo arte. "Desde ese día, no me pude divorciar más del cine. Cuando iba a ver una de Palito, la espera era enorme. Tenía mucho miedo de quedarme afuera, de no poder estar. Sólo me tranquilizaba cuando me sentaba en la butaca", rememora.
Fueron 20 años seguidos de películas. Pero un día, el municipio dijo "no va más", y el pueblo se quedó sin cine. La tristeza fue grande. Y encima, la albañilería también le empezó a pasar factura. La espalda se volvió un dolor en común. Fueron diez años de oscuridad sin la mágica luz del proyector. Sin embargo, una mañana de 1996, Omar se cansó. "Me desperté con la idea de construir un cine pequeño para sacar a los chicos de la calle, agarré la carretilla y me puse a trabajar", dijo. Todo empezó a rodar.
Fueron 168 domingos, más feriados, sábados a la tarde y alguna que otra mentira. "A mi señora le dije que estaba haciendo un salón para alquilar". Pero lo cierto es que Omar le estaba dando vida a un sueño en el techo de su propia casa. Lo que siguió fue la magia del cine. "Inauguramos el 3 de julio de 2000 con Alma mía. Ocupamos las 90 butacas que me había cedido el cine que había cerrado en comodato", recuerda. Y agrega que "tenía un viejo proyector Gaumont del 28 que me lo había donado un cura. Lo trajimos en un camión".
¿El nombre del cine? Un clásico: Paradiso, en honor al filme italiano Cinema Paradiso, una verdadera declaración de amor al cine. "Tengo dos copias de esa película. Cuando la vi por primera vez se me caían las lágrimas. Hay cosas que son casi un calco de mi vida. Siempre fui aquel chico que se daba vuelta para ver de dónde venía la luz", asegura.
El cine cambiaba de película una vez por semana pese a que las distribuidoras de Buenos Aires no querían cederle las cintas. "El hombre que me atendió, me dijo: 'Muy linda su historia y el tema de los sueños. Pero esto es un negocio'". Fue un revés, pero no una caída. Los pibes entraban gratis porque esa era la idea madre. Los grandes, pagaban dos pesos.
El verdadero impacto llegó luego de diez años cuando su salud empeoró y tuvo que mudarse. Todo lo que pasó y aquello que siguió quedó grabado en la memoria digital de Luz Ruciello, una directora de cine que documentó durante varios años de la vida de Omar y que construyó "Un cine en concreto", la película que ya obtuvo premios en festivales de India y Tailandia y que hoy será la apertura del 21 Festival de Cine de Lima, en Perú. "Todavía no vi la película. Quiero descubrirla junto a la gente", asegura Omar, quien nunca subió a un avión y que salió del país por primera vez para estar en el estreno de su vida.
• Una banda de sonido de lujo
La película, que aún no fue estrenada en el país, cuenta con la música de Maxi Prietto, gran referente del indie rock local, quien también forma parte de Los Espíritus -una de las bandas con mayor proyección del rock argentino-. "Es muy emocionante haber podido ser parte de este trabajo", asegura el artista en diálogo con ámbito.com. Y agrega que "traté de encarar la música desde la guitarra, que es el instrumento con el que más libre me siento. Improvisé mucho sobre las escenas y después empecé a pulir en detalle".
Contento con el resultado, Prietto sostiene que "en este tipo de narraciones, donde se oye el paisaje y los sonidos de las calles, de las voces, a veces me da la sensación de que la música puede ser invasiva y trato de hacer cosas que no llamen la atención, que los sonidos se asomen y el protagonismo lo lleve la historia. Y es que el silencio a veces es todo lo que hay que hacer, aunque suene absurdo". Y finaliza: "Ver a Luz y a Omar perseguir sus sueños es alentador. Es una historia esperanzadora y real".
fuente:ambito.com