Se viene el primer congreso radical del año y con él la posibilidad de que la UCR exprese de modo público lo que muchos cuestionan en privado: su cansancio con el PRO, que viene mandando no sólo sobre Cambiemos, sino sobre la misma interna radical.
El sábado que viene habrá función en la sede central de la UCR entrerriana. Será la primera de 2018 y coincidirá con el tercer aniversario del matrimonio por conveniencia con el PRO que los radicales celebraron en la histórica Convención Nacional que sesionó en el Teatro municipal de Gualeguaychú, entre el 14 y el 15 de marzo de 2015.
Sería muy extenso enumerar las tensiones por las que, desde entonces, atravesó esta alianza en una provincia donde los radicales aportaron su estructura y los macristas un candidato presidencial competitivo. Pero no resulta una mala síntesis afirmar que en esa sociedad electoral las decisiones fueron tomadas por una sola de las partes. Y que en determinados momentos hasta hubo una buena dosis de maltrato.
Claro que ninguna de las notables injerencias del jefe del PRO, Rogelio Frigerio sobre la UCR –la más recordada es la que terminó dejando a los radicales sin candidato a gobernador en 2015- hubiera sido posible sin la invalorable colaboración que el ministro del Interior encontró en la perpetua interna radical.
Por ejemplo
Para el sábado 17 de marzo, el orden del día del congreso no promete mucho. Como suele ocurrir, los asuntos más urticantes no figuran expresamente en el temario y eso obliga a reunir una importante masa crítica de congresales para conseguir que el máximo órgano partidario de la UCR los debata y someta a votación.
Ese requisito estatutario opera como una valla de contención de lo que muchos dirigentes describen por estos días como una “enorme bronca” y “cansancio” del radical medio con el modo en que el PRO, parado sobre los recursos del gobierno nacional, dirige Cambiemos en la provincia.
Hay en esta lógica dos eventuales planteos que la UCR podría hacer a través de su congreso y con los que seguramente están de acuerdo el 90 por ciento de los radicales: 1) que para 2019 la UCR debe proponer al menos un precandidato a gobernador (que no se repita la historia de 2015); y 2) que de una buena vez se institucionalice Cambiemos en la provincia, para limitar las decisiones unilaterales y discutir política entre los socios.
Y un tercer planteo en el que probablemente pueda reunirse mayoría: formar un interbloque en la Legislatura, para evitar que se repitan situaciones como las que determinaron, el año anterior en el Senado y este año en Diputados, la preeminencia del PRO en las definiciones, a pesar de ser minoría en las bancadas de Cambiemos.
Silencio
Pero lo más probable es que el congreso partidario del sábado no siente posición sobre ninguno de estos tres asuntos que tienen como denominador común la repetida injerencia de PRO, en la persona de Frigerio, no ya sobre el rumbo de Cambiemos en la provincia, sino sobre la propia interna radical.
Es que por encima del “sentimiento” o la “dignidad” radical está para muchos el pragmatismo. A la UCR la dejaron sin candidato, la ningunearon, le hicieron tragar algunos zapos de sabor neoliberal. Pero también la volvieron a la vida. Gracias a su alianza con el PRO la UCR volvió a ser gobierno en muchas intendencias de la provincia, empezando por la capital.
Y son los 27 intendentes radicales los que más machacan sobre la necesidad de que el debate político no termine afectando la gobernabilidad de sus comunas. Frigerio es para ellos, ante todo, una solución a sus apuros financieros y la posibilidad de traer al pueblo alguna obra. La discusión política, la coherencia ideológica puede esperar.
Tampoco hay que perder de vista que, en clave ideológica, la UCR contiene un amplio abanico.
Hay radicales que se han vuelto fanáticos de Cambiemos, y no sólo porque la alianza con PRO les devolvió el acceso al poder, sino porque coinciden con la orientación que el presidente Macri le ha impuesto al país.
Hay discípulos de Frigerio, y no sólo porque es quien empuña la birome que libera recursos económicos, sino porque admiran genuinamente sus condiciones de liderazgo político.
Y hay radicales (la amplísima mayoría sin cargos) que, si por ellos fuera, preferirían que termine cuanto antes la pesadilla ideológica en la que se sumergió la UCR hace ya tres años.
En este contexto, es muy probable que las críticas terminen conteniéndose en la redacción edulcorada de un documento político con el que el congreso radical dé alguna cuenta del malestar de sus bases. Y marque como asunto pendiente, a tres años de la Convención que selló el acuerdo UCR- PRO, el paso que Cambiemos nunca dio para pasar de frente electoral a coalición.