El 24 de marzo en nuestro país no es una fecha más. Es el momento en el que los argentinos recordamos lo que pasó en aquella convulsionada década del 70’ y nos invita a reflexionar, a recordar, a pedir que lo sucedido no vuelva a pasar nunca más en nuestro país.
Un día como hoy, pero hace 44 años, daba inicio una etapa oscura en Argentina.
La dictadura cívico-militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976, no iba a ser una dictadura más, iba a ser la más sangrienta de la historia.
Si revisamos los conflictivos años que trascurrieron entre 1930 y 1983, vemos que en nuestro país se desencadenaron 6 golpes de estado que atentaron contra el orden democrático. En 1930, se produjo la primera dictadura militar que desalojó al gobierno constitucional de Hipólito Irigoyen del poder, seguido, al golpe de 1943 cuyo objetivo era evitar la victoria fraudulenta de Robustiano Patrón Costas. Luego, en 1955, después de algunos intentos fallidos, las fuerzas armadas derrocaron al gobierno constitucional del general Perón; tanto en 1962 como 1966 el golpe tuvo un solo objetivo: impedir el triunfo electoral del peronismo. Y el último golpe de estado, el que le pone punto final a estas convulsionadas décadas donde la democracia se vio interrumpida en varias oportunidades, es el de 1976.
Si hacemos un breve resumen de dichos golpes de Estado, dos de ellos se hicieron contra presidentes de legalidad perfecta (Irigoyen y Perón), tres para evitar un resultado electoral (1943, 1962 y 1966)” y la última de ellas, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” instaló una dictadura terrorífica que llevó al secuestro, tortura, desaparición y asesinato de miles de personal.
Hacer un recorrido por la historia de los 53 años que separan el primer golpe de Estado y la vuelta a la democracia en 1983, nos muestra que para quienes eran contemporáneos, la irrupción militar en el poder era algo normal, motivo por el cual la palabra dictadura en la década del 70’ no era nueva y un sector de la sociedad apoyó dicho golpe.
Es necesario recordar que la antesala del último golpe de estado estuvo cargada de conflictos, productos de una gran crisis política, social y económica, donde el uso de la violencia fue la herramienta de distintas clases sociales para manifestar su disidencia, pero nada de ellos justifica el accionar posterior de las fuerzas armadas, quien contaban con el aparato del estado para reprimir, secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer personas.
Con el trascurrir de los años, parecería que queda lejos lo sucedido hace 44 años y se se escuchan voces que intenta minimizar el accionar de los dictadores, apelando a la “teoría de los dos demonios”. Teoría construida a partir del retorno a la democracia, intentando equiparar la violencia estatal con la guerrilla; y más allá de que toda violencia debe ser condenada, no podemos dejar de señalar que ante los delitos de las guerrillas de la época, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor, produciendo la más grande tragedia de nuestra historia, donde la intención fue reprimir a todo aquel que piense distinto e imponiendo políticas económicas, cambiando la estructura social e individualizando los reclamos de millones de trabajadores y estudiantes que poco tenían que ver con las guerrillas de la época.
Hoy, a 44 años del último golpe de Estado, debemos reflexionar sobre el proceso histórico que llevó a la dictadura del 76’ y sus consecuencias. De esta manera, La Memoria es la que nos permitirá mantener el recuerdo de lo sucedido, de los que ya no están. La memoria permitirá sobreponerse a quienes niegan lo sucedido o le restan relevancia.
La Verdad es la que nos permite seguir adelante. Mientras que la suma de la memoria y la verdad, nos permitirá alcanzar la justicia, condenando a los opresores y dándole voz a quienes ya no pueden gritar. El 24 de marzo nos invita a mirar a quienes tenemos al lado y saber que por pensar distinto no va a desaparecer, no lo van a secuestrar, no va a tener que buscar sus hijos o nietos desaparecidos, no lo van a matar.
Por todo esto, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, no fue una dictadura más, fue la más sangrienta de la historia de nuestro país.
También es momento de recordar que habiendo pasado 13 años desde la reapertura de los juicios contra los genocidas por los crímenes de lesa humanidad cometidos entre 1976 y 1983, la impunidad continúa. En Argentina hubo más de 600 Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio y más de 200.000 efectivos estuvieron a cargo de la sangrienta represión y desde 2003 a la fecha, fueron llevado a juicio 3.000, de los cuales solo una parte de ellos recibió condenas. Motivo por el cual se seguirá pidiendo justicia, no solo por los que ya no están, sino que también el pedido de justicia busca aliviar el dolor de los horrores por las violaciones, daños psicológicos, torturas y secuestros cometidos en esa etapa tan oscura de la historia argentina.
También se seguirá pidiendo justicia por los nietos desaparecidos en la dictadura, a quienes el derecho a la identidad les sigue siendo vulnerado. Desde la recuperación de la democracia y a instancias de Abuelas de Plaza de Mayo, el Estado fue respondiendo con distintas herramientas a su obligación de garantizar el derecho a la identidad de todos sus ciudadanos. El impacto que ha tenido la lucha de Abuelas en materia de legislación sobre la niñez ha sido decisivo a escala mundial. Tanto es así que la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño incluye tres artículos directamente promovidos por las Abuelas, tendientes a proteger el derecho a la identidad.
A pedido de las Abuelas, se creó la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), que tiene como objetivo encontrar a los niños (hoy adultos), desaparecidos durante la última dictadura. Cabe destacar que al día de la fecha, Abuelas encontraron a 130 nietos. Aún falta localizar a nietos y restituirlos a sus legítimas familias.
Asimismo, gracias a la lucha de Abuelas, entre 1986 y 2003, hubo 18 condenas por 13 casos de robo de bebés pero los juicios tardaban mucho en concretarse. En 2003, el Congreso de la Nación anuló las leyes de impunidad de Obediencia Debida y Punto Final, y se inició la reapertura de las causas en la Justicia. En este marco, los apropiadores y entregadores de los nietos desaparecidos comenzaron a ser juzgados y condenados en función de los gravísimos delitos que habían cometido. En 2012, se culminó con la causa más emblemática conocida como "Plan sistemático de apropiación de menores", donde se investigaron 35 casos y el ex dictador Videla fue sentenciado a 50 años de prisión.
Hoy, a 44 años del 24 de marzo de 1976, nos encuentra a los argentinos ante una situación que puede marcar nuestras vidas; en esta oportunidad una pandemia atenta contra el mundo y nuestro país, pero hay una solución, la solución es ser solidario, cuidarse a uno mismo y cuidar al otro, motivo por el cual las calles se mostraran vacías y será la primera vez desde la vuelta a la democracia que no se organiza una marcha aludiendo a la fecha. Aunque no se debe borrar la memoria porque no haya marcha. Por esa razón, hoy cada uno desde nuestros hogares, cuidamos nuestro futuro recodando el pasado y nos hacemos escuchar, siendo la voz de todos los que intentaron callar y gritando más fuerte que antes NUNCA MÁS.