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INTERES GENERAL

Las enfermedades no discriminan.

A lo largo de la historia, fueron muchas las enfermedades que azotaron la tierra. En sus inicios, se las relacionaba con cuestiones mitológicas y se simplificaban sus causas al castigo de los dioses.

Las enfermedades infecciosas supusieron un peligro mortal desde el principio de los tiempos. Desde la peste de Atenas hasta el Coronavirus, muchas epidemias han causado estragos en distintos pueblos. Algunas de esas bajas fueron tan significativas que, de no haberse producido, tal vez la historia que conocemos habría transcurrido de un modo diferente.

La plaga de Atenas del siglo V a. C., por ejemplo, acabó con la vida del líder ateniense Pericles y afectó a decenas de miles de civiles. Según Tucídides, la Ciudad-Estado no estaba en condiciones cuando, pocos años después, preparó una expedición militar a Sicilia que acabó en desastre.

La llamada plaga de Atenas producía violentos dolores de cabeza, enrojecimiento e inflamación de los ojos, sufusiones de sangre en garganta y lengua. La inquietud se hacía intolerable y morían al séptimo o noveno día. Si sobrevivían este tiempo, aparecían extenuantes diarreas que terminaban con la vida del enfermo. Algunos escapaban vivos, pero perdiendo los ojos o los dedos de manos y pies.

En el año 396 a.C, cuando el ejército cartaginés sitió Siracusa, en Itália, se propago una peste que surgió entre los soldados cartagineses, expandiéndose rápidamente entre ellos y diezmando su ejército. Se manifestó inicialmente con síntomas respiratorios, fiebre, tumefacción del cuello y dolores costales, entre otros síntomas. Sin encontrar muchas explicaciones para dicha enfermedad, se la conoció como la Peste de Siracusa.

Estas enfermedades y epidemias que poco sabían de discriminación, también llegaron a la vida de la familia de los Antoninos, en el S II d.C, cuando gobernaba Roma el emperador Marco Aurelio. En esta oportunidad, la llamada peste Antonina, causó gran devastación en la capital del imperio, extendiéndose a toda a Italia y a la Galia (Francia). Los síntomas eran muchos y llevaban a una muerte muy dolorosa. Una de las víctimas de la Peste Antonina fue el propio Marco Aurelio.

Otra de las enfermedades que podrían haber cambiado el trascurrir de la historia es la conocida Peste Justiniana. Dicha enfermedad fue descripta por Procopio quien manifestó el impacto de la peste en su Historia de las guerras persas (542 d.C.). La humanidad estuvo a punto de extinguirse con aquella enfermedad. Se originó al parecer en Egipto extendiéndose a Palestina. Como todas estas plagas llegó por mar en los barcos procedentes de Oriente. Comenzaba por una súbita fiebre no de gran intensidad y a los pocos días aparecían unas hinchazones bubónicas en las axilas, detrás de las orejas y en los muslos. Luego unos quedaban sumidos en un coma profundo o en un estado delirante. Sufrían inapetencia y a veces en medio de un violento frenesí, se lanzaban al agua. Algunos morían rápidamente, otros a los pocos días, con pústulas negras que se abrían en los lugares donde tenían las bubas. Morían de 5.000 a 10.000 personas cada día. La mortalidad alcanzó a más de 600.000 personas, un tercio de la población de la ciudad. Esta plaga que se conoce como "Plaga de Justiniano" por iniciarse en el Imperio Bizantino en época del emperador Justiniano, se extendió al Imperio Romano y redujo la población al 50 %.

En 550 d.C. hubo una gran plaga en Inglaterra llamada "Pestis flava" o "Pestilencia amarilla", que debió ser una epidemia de hepatitis. Esta misma plaga apareció de nuevo en el año 664 d.C. y luego sobrevino de tiempo en tiempo. Está bien documentada en la "Crónica anglosajona". Siempre se creía que Inglaterra por ser una isla, estaría más defendida contra las epidemias, pero esto no era cierto. Los barcos tocaban en sus puertos procedentes de todas partes y estaban tan expuestos como los demás. Sin contar con que, si hubiesen estado privados de epidemias, al no crear inmunidad, cualquier enfermedad podía hacer en ellos más estragos que en otros países.

En este recorrido histórico por las distintas enfermedades que azotaron la humanidad, no podemos dejar de nombre la Peste Negra, ya que la misma fue una gran epidemia que durante el S XIV (alcanzando su punto máximo entre 1347 a 1355) azotó a casi todo el continente europeo. A juzgar por la inflamación de los ganglios linfáticos que producía, se trató de una epidemia de Peste Bubónica. Para algunos tratadistas antiguos existieron desde el punto de vista médico otras variantes: La peste septicémica, que dejaba sentir sus efectos sobre la sangre, y la neumónica, que producía inflamación pulmonar. Si bien era posible que en algunas ocasiones el enfermo se recuperase de la primera, las otras resultaban casi siempre mortales. La solución que encontraban en la época, era el aislamiento. Sí, estamos pensando lo mismo, hoy a cientos de años de la primera aparición de la peste negra, nos encontramos atravesando una pandemia y el remedio hasta el momento es el mismo, el aislamiento.

En 1492, Rodrigo de Triana, a bordo de La Pinta, gritó “¡Tierra a la vista!” frente a la costa cubana, después de muchos intentos por encontrar una vía rápida que los lleve a la India, los europeos habían chocado con América, sin saber de la existencia de este continente el cual era habitado por pueblos originarios desde hacía más de 40 mil años. Lo que para los europeos significó un gran descubrimiento, para los habitantes del territorio americano la llegada de Colón y sus hombres a América tuvo radicales consecuencias, ya que vieron diezmada su población debido a las guerras, la esclavitud y las enfermedades procedentes del Viejo Continente. Son muchos los especialistas que afirman que los microbios que viajaron en las carabelas devastaron a la población nativa.

Una de las enfermedades que causó estragos dentro de los pueblos que habitaban el territorio americano fue la viruela. Dicha enfermedad presenta grandes dificultades para el historiador de la medicina, ya que, es muy difícil establecer un diagnóstico diferencial entre la viruela y otras enfermedades eruptivas de tipo febril, como el sarampión, la varicela o la escarlatina, a partir de las descripciones proporcionadas por los cronistas. No cabe duda que conquistadores españoles contaron con un inesperado, silencioso y mortal aliado que contribuyó notablemente al éxito de los conquistadores.

La falta de inmunidad natural a la viruela permitió que ésta se extendiera rápidamente entre la población indígena con desastrosas consecuencias para las misma. En pocas semanas miles de indígenas sucumbieron a la viruela.

Entrado el S XIX, nos encontramos con la enfermedad del cólera, la misma provoca diarrea causada por una bacteria que origina una gran infección intestinal; el cólera es básicamente la enfermedad de ese siglo. Su origen remonta al final de la Edad Media y se ubica en el delta de Ganges, y probablemente es debido a la contaminación del río, ya que el contagio se hace de manera oral, por ingestión de agua o alimentos contaminados por restos fecales. El desarrollo de la enfermedad es extremadamente rápido y la muerte se puede producir en pocas horas. Se conocen casos de cólera desde la edad Media en la India.

En el siglo XIX, las epidemias de cólera traspasan las fronteras de los países asiáticos y llegan, por las rutas comerciales a través de Rusia, a Oriente Medio, para extenderse a toda Europa y a América. Desde 1817, siete pandemias de cólera han asolado el mundo y la última de ellas, iniciada en 1961, todavía permanece activa: en octubre de 2010, a consecuencia del terrible terremoto que asoló Haití, muchas personas murieron de cólera y miles de ellas fueron contaminadas.

Siguiendo con el análisis, nos encontramos con la Lepra. Conocida desde la Antigüedad (las primeras descripciones datan de 600 a.C.) la Lepra es una enfermedad infecciosa crónica debida a una bacteria llamada Mycobacterium leprae, que provoca discapacidades severas al alcanzar los nervios periféricos, la piel y las mucosas. La lepra fue incurable y muy mutilante, hasta muy recientemente, al introducirse los antibióticos en el tratamiento fue desde siempre un motivo de exclusión social : al no tener tratamiento, aunque sea en realidad una enfermedad poco contagiosa, la lepra representaba una amenaza y los enfermos eran (¡ y todavía lo son en ciertas sociedades !) rechazados por sus familias y sus comunidades : los leprosos se veían obligados a llevar campanas para avisar de su presencia y del riesgo que significaba a los transeúntes y tenían que ser aislados en las leproserías.

En nuestro país, al escuchar la palabra “lepra”, rápidamente la asociamos al club rosarino Newell’s Old Boys, ya que los mismos reciben esa identificación “los leprosos” como símbolo del partido jugado a principios del S XX a beneficio de los enfermos de lepra, como fin social de caridad.

Por aquellos días, una comisión de damas gestionó la realización de un encuentro de fútbol a beneficio de enfermos de lepra.

La invitación fue aceptada de inmediato por los directivos de Newell’s quedando sentado para siempre ese apodo.

Acercándonos más a la actualidad, es el momento de hablar de la fiebre amarilla o también conocida como “el terror tropical”. Si se acepta que los indios americanos no tenían inmunidad natural contra la fiebre amarilla y que dicha enfermedad era desconocida por los europeos antes de su llegada a América, es muy probable que hubiese focos endémicos de fiebre amarilla a este lado del Atlántico antes del descubrimiento, allí donde había condiciones climáticas apropiadas para el desarrollo del mosquito de la fiebre amarilla que le permitieran desempeñar sus funciones de transmisor de la enfermedad. Por regla general, se producía un brote de la enfermedad con toda su fuerza en los meses del verano y tras un adormecimiento en la estación más fresca se volvía a producir otro brote en el verano siguiente, hasta que todos los recién llegados hubieran sufrido un ataque quedando en adelante inmunes contra la enfermedad.

En nuestro país, la fiebre amarilla azotó el territorio a partir de la segunda mitad del S XIX, provocando su mayor impacto luego de la Guerra de la Triple Alianza, cuando los soldados que llegaban de la guerra traían la enfermedad a suelos porteños, empujando a la clase más pudiente a retirarse hacia la periferia de los centros urbanos para escapar de la enfermedad. Las principales causantes de la propagación eran la escases de agua potable y contaminación de las napas por desechos cloacales, los hacinamientos y el clima cálido de la zona.

Si pensamos en una enfermedad que surgió hace muchos años, pero aún está muy latente, sin dudas llega el momento de hablar de la Sífilis, enfermedad de ayer y hoy: hace varios siglos salió de la América recién descubierta y llegó a España oculta en los barcos de Colón. Como primera fruta del nuevo mundo se extendió como la pólvora por Europa. A fines del siglo XV se propagó la sífilis por Europa tras el sitio infructuoso de Nápoles en 1495 por las tropas francesas de Carlos VIII.

Desde principios del siglo XVI se convirtió en un azote para la Humanidad. Se consideraba un mal innombrable, el estigma vergonzante que dejan en el cuerpo los placeres carnales. A comienzos del siglo XX, alrededor del 15% de la población europea la padecía. Motivo por el cual se abre un abanico de preguntas y teorías que algunos investigadores afirman como ciertas, pero por el momento, no son más que teorías: ¿pudo ser la sífilis la responsable de los acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven? ¿Es El retrato de Dorian Gray una parábola secreta sobre un mal venéreo padecido por Oscar Wilde? ¿Influyó la sífilis en el pensamiento del joven Hitler y en su odio hacia los judíos, después de haberse contagiado de una joven judía en su adolescencia?

En la actualidad, la sífilis sigue afectando a la población de todo el mundo, y en los últimos años ha mostrado un acelerado crecimiento de contagios que preocupa a muchos sectores de la sociedad.

Siguiendo por enfermedades de viaja data, pero que aún están vigentes, es el momento de mencionar a la tuberculosis.

Enfermedad muy antigua, habiéndose encontrado lesiones de posible etiología tuberculosa en huesos de momias egipcias que datan de 3.700 años a.C. Sin embargo, no puede ser considerada como una enfermedad del pasado, ya que mata actualmente a tres millones de personas por año en el mundo. Antes de afectar al hombre la tuberculosis fue una enfermedad endémica en los animales del período paleolítico. Cuando los casos de tuberculosis aumentaron y la enfermedad se diseminó a toda Europa occidental, llegó a ser la causa de 25% de las muertes. La tuberculosis era poco frecuente o desconocida en América, la que fue traída a las colonias por los inmigrantes europeos. Sin embargo, en el período precolombino hubo algunos casos de tuberculosis, lo que se deduce del estudio de momias encontradas en Perú y otros centros poblados.

Quizás al pensar en una de las plagas más mortíferas de la historia, tenemos que hablar del SIDA, El Profesor Mirko D. GRMEK, profesor de Historia de la Medicina y de Ciencias biológicas de la Escuela Práctica de los Altos Estudios (PARIS), ha escrito una "Historia del SIDA" donde explica las diferentes teorías sobre el origen del virus. Se han hecho toda clase de hipótesis: podía haber existido desde hace largo tiempo en África, pero también en América y en Europa. Pero, ¿en qué sentido se ha disparado su diseminación? Nadie lo puede decir con certeza. Existen varias hipótesis sobre el origen del SIDA, desde quienes piensan en "castigos divinos", hasta quienes apoyan la tesis de la creación de laboratorio.

Los primeros casos del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que provoca la enfermedad del sida en las etapas más avanzadas de la infección, se identificaron a principios de la década de los 80 en Estados Unidos y actualmente "sigue siendo uno de los mayores desafíos de salud pública del mundo", en especial en países de ingresos medios y bajos, según la OMS.

Se estima que, desde que surgió, unas 32 millones de personas han muerto por causas relacionadas con el VIH, 770.000 tan solo en 2018, según la institución.

Unos 37,9 millones de personas vivían con VIH en 2018, de los que 1,7 millones eran niños.

El origen del VIH no está "claro", recoge la Enciclopedia Británica. No obstante, la publicación apunta a un virus similar hallado en chimpancés y gorilas en África Central.

En el pasado, ese virus, conocido como SIV (virus de inmunodeficiencia en simios), se creía que no era dañino para los chimpancés, pero un grupo de investigadores comprobó que el SIV causaba enfermedades similares al sida en los animales.

Sin embargo, sigue siendo una incógnita cómo la enfermedad cruzó la barrera de las especies. La teoría más extendida es que se contrajo a partir de personas que cazaron o comieron chimpancés infectados, probablemente a finales del siglo XIX o principios del XX, señala la Enciclopedia Británica.

Actualmente, no hay cura para la infección por el VIH, pero sí se ha desarrollado un tratamiento antirretrovírico que permite mantener controlado el virus y prevenir la transmisión a otras personas.

Siglo XXI, año 2009, los medios de comunicación logran captar nuestra atención. El virus de la influenza A (H1N1) (también llamado inicialmente virus de la gripe porcina o como de la nueva gripe) había arribado a la Argentina a finales de abril de 2009, por medio del contacto aerocomercial con las áreas endémicas, principalmente México y Estados Unidos. De esta manera, Argentina se convirtió en el octavo país en reportar casos de gripe A en el continente americano.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y las autoridades sanitarias argentinas expresaron desde un inicio su preocupación por el hecho de que la inminente llegada del invierno austral, podría causar que el efecto de la pandemia en el hemisferio sur fuera "mucho más grave" que el de México, provocando un repunte de la epidemia a nivel global. La gripe o influenza es esencialmente una enfermedad estacional que adquiere su mayor prevalencia en invierno.

Años más tardes, los medios televisivos nos alertaban nuevamente, ahora se trataba de la propagación del Ebola (EVE), antes llamada fiebre hemorrágica del Ebola, la cual es una enfermedad grave, a menudo mortal en el ser humano. El virus es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en las poblaciones humanas por transmisión de persona a persona. Los brotes de enfermedad por el virus del Ebola (EVE) tienen una tasa de letalidad que es de aproximadamente 50%. En brotes anteriores, las tasas fueron de 25% a 90%. La participación de la comunidad es fundamental para el éxito del control de los brotes. Un buen control de los brotes depende de la aplicación de diferentes intervenciones, como la atención a los casos, las prácticas de control y prevención de la infección, la vigilancia y el rastreo de los casos, los entierros en condiciones de seguridad o la movilización social. El tratamiento de apoyo precoz con rehidratación y el tratamiento sintomático mejoran la supervivencia. Todavía no hay ningún tratamiento aprobado que neutralice el virus de forma demostrada, pero están en fase de desarrollo diversas formas de hemoterapia, inmunoterapia y farmacoterapia.

El brote de Ebola de 2014-2016 en África Occidental fue el más extenso y complejo desde que se descubrió el virus en 1976. Hubo más casos y más muertes en este brote que en todos los demás juntos. Además, se extendió a diferentes países: empezó en Guinea y después se propagó a través de las fronteras terrestres a Sierra Leona y Liberia.

Llegamos a la parte final del recorrido histórico: Año 2020. El país lucha contra la inestabilidad económica que consta de larga data, muchos economistas se disputan el primer puesto para ver quien da la recesa, la solución a los vaivenes económicos. Y como si eso fuera poco, las circunstancias nos enfrentan a una pandemia. Si, esa pandemia supuestamente iniciada en suelo del continente asiático, que solo escuchábamos por los medios de comunicación y veíamos lejana, se hace presente el 3 de marzo en suelo argentino y pone en alerta a toda la población. Se trata del tan nombrado coronavirus (COVID-19), una variante de un virus ya conocido por la medicina, pero ahora por primera vez considerado como pandemia, que según la OMS se define como "la propagación mundial de una nueva enfermedad".

Los coronavirus son una familia de virus que se descubrió en la década de los 60 pero cuyo origen es todavía desconocido. Sus diferentes tipos provocan distintas enfermedades, desde un resfriado hasta un síndrome respiratorio grave (una forma grave de neumonía).

Gran parte de los coronavirus no son peligrosos y se pueden tratar de forma eficaz. De hecho, la mayoría de las personas contraen en algún momento de su vida un coronavirus, generalmente durante su infancia. Aunque son más frecuentes en otoño o invierno, se pueden adquirir en cualquier época del año.

El coronavirus debe su nombre al aspecto que presenta, ya que es muy parecido a una corona o un halo.

Hoy, a miles de años de aquellas primeras enfermedades nombradas en el texto, parecería que contamos con el mismo remedio, el aislamiento. Y si tenemos que encontrar un punto en común entre todas estas enfermedades, sin dudas es que las mismas no discriminan. Parecería que vienen a dejarnos una enseñanza a la sociedad, a mostrarnos cuál es el camino a seguir; nos plantean que no solo tiene que cuidarse uno mismo, sino que también hay que cuidar al otro.

Sin dudas, estamos ante una gran prueba como sociedad y este es el momento en el que los argentinos tenemos que sumarles a nuestras preocupaciones diarias por el dólar, el riesgo país, los vencimientos de las leliq, el FMI, la inflación, etc. la preocupación por el avance de la pandemia, pero en este caso, no solo tenemos que preocuparnos, sino también ocuparnos, ¿de qué manera?: cumpliendo con las medidas de aislamiento que nos marcan día a día todos los especialistas, para poder sobreponernos a esta pandemia; tendremos como sociedad que saltar esa grieta política y quedar todos del mismo lado. Necesitamos disminuir esa famosa curva de contagio de la que tanto hablan los medios, para que el impacto en la salud de todos los argentinos sea el menor posible. Todo parece indicar que el camino es largo, y al tiempo se le sumaran dificultades, pero dependemos de las buenas acciones individuales y colectivas, para lograr derrotar a este virus que poco sabe de clases sociales, no discrimina.

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